martes, 22 de abril de 2014

Breve pero innecesaria presentación autobiográfica tan interesante como la liga chipriota de petanca.

Hola, tú. Soy el puto amo. Ya sé lo que estas pensando: ¿Eres el único puto amo del mundo? No me lo creo… Pues evidentemente no. Hay muchos más desperdigados por este planeta al que estúpidamente llamamos Tierra. Pero yo soy el único que en un gesto de altruismo (muy poco común en mí) ha decidido crear este blog para ayudar a los pringaos mediocres como tú a convertirse en ‘’el puto amo’’. Normalmente, es algo que se lleva en la sangre, hay que admitirlo, pero tampoco resulta una meta inalcanzable cuando se parte de una base  escasa o carente de carisma (y dinero). Sin ir más lejos, yo mismo he sido un pobre desgraciado también. Mi padre era técnico en transporte de mercancías (lo que viene a ser camionero, vaya) y esperaba por algún extraño motivo que escapa a mi comprensión, que yo heredara el negocio familiar. Trabajaba 37 horas diarias y cobraba menos que un cantante de polca callejero. Mi madre no me quería. Se pasaba las tardes en el bar dándole al tinto don Simón y jugando al trunquillo con sus amigas. Decía que la casa se le caía encima, pero al que se le caía encima era a mí. Con ocho años tuve que ir al ambulatorio (SOLO) porque se desprendió una losa del baño y me cayó en la cabeza. Así, me crié prácticamente en soledad, con la compañía exclusiva de mi canario Hipólito y el perro de mi vecino. Ah, y su chucho también. Nos pasábamos las tardes jugando al Risk, viendo Mazzinger-Z y películas que Paquito-que así se llamaba el condenado- le mangaba a su padre y a su hermana. Nuestras favoritas eran: Barbie y el cascanueces y el Padrino. Esto es importante, porque marcaría mi vida para siempre, haciéndome tomar la complicada determinación de qué quería ser de mayor. Siempre había tenido claro que quería más que nada en el mundo dejar de ser el mindundi que era. Quería ser ‘’el puto amo’’.  Con tal propósito, a los 16 años y tres cuartos, me fugué de casa en busca de una vida mejor. Quería ser capo de la mafia italiana. No podía ser tan difícil, ¿no? Y tras una serie de peripecias conseguí fundar mi discreta organización Queparezcaunaccidente con la ayuda de un socio muy especial, que acabó por convertirse en mi mujer (ex mujer actualmente). Pero tenía mucho carácter y no se tomaba demasiado bien mis hobbies. Pero de todo eso ya hablaré en otra ocasión. Ahora solo te deseo suerte en tu camino hacia el éxito (pues la vas a necesitar) y te animo a que sigas los sencillos consejos que te iré brindando si quieres llegar a algo en la vida y no quedarte en casa de tus padres hasta los 83 años, cuando te jubiles de tu muy mal pagado trabajo (si es que tienes). Hala, que te cunda!

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