Breve pero innecesaria presentación autobiográfica tan interesante como la liga chipriota de petanca.
Hola, tú.
Soy el puto amo. Ya sé lo que estas pensando: ¿Eres el único puto amo del mundo? No me lo creo… Pues
evidentemente no. Hay muchos más desperdigados por este planeta al que
estúpidamente llamamos Tierra. Pero yo soy el único que en un gesto de
altruismo (muy poco común en mí) ha decidido crear este blog para ayudar a los
pringaos mediocres como tú a convertirse en ‘’el puto amo’’. Normalmente, es
algo que se lleva en la sangre, hay que admitirlo, pero tampoco resulta una
meta inalcanzable cuando se parte de una base escasa o carente de carisma (y dinero). Sin ir
más lejos, yo mismo he sido un pobre desgraciado también. Mi padre era técnico
en transporte de mercancías (lo que viene a ser camionero, vaya) y esperaba por
algún extraño motivo que escapa a mi comprensión, que yo heredara el negocio
familiar. Trabajaba 37 horas diarias y cobraba menos que un cantante de polca
callejero. Mi madre no me quería. Se pasaba las tardes en el bar dándole al
tinto don Simón y jugando al trunquillo con
sus amigas. Decía que la casa se le caía encima, pero al que se le caía encima
era a mí. Con ocho años tuve que ir al ambulatorio (SOLO) porque se desprendió
una losa del baño y me cayó en la cabeza. Así, me crié prácticamente en
soledad, con la compañía exclusiva de mi canario Hipólito y el perro de mi
vecino. Ah, y su chucho también. Nos pasábamos las tardes jugando al Risk, viendo Mazzinger-Z y películas que Paquito-que así se llamaba el
condenado- le mangaba a su padre y a su hermana. Nuestras favoritas eran: Barbie y el cascanueces y el Padrino. Esto es importante, porque
marcaría mi vida para siempre, haciéndome tomar la complicada determinación de
qué quería ser de mayor. Siempre había tenido claro que quería más que nada en
el mundo dejar de ser el mindundi que era. Quería ser ‘’el puto amo’’. Con tal propósito, a los 16 años y tres
cuartos, me fugué de casa en busca de una vida mejor. Quería ser capo de la
mafia italiana. No podía ser tan difícil, ¿no? Y tras una serie de peripecias
conseguí fundar mi discreta organización Queparezcaunaccidente
con la ayuda de un socio muy especial, que acabó por convertirse en mi
mujer (ex mujer actualmente). Pero
tenía mucho carácter y no se tomaba demasiado bien mis hobbies. Pero de todo eso ya hablaré en otra ocasión. Ahora solo te deseo suerte en tu camino hacia el éxito (pues la vas a necesitar) y te animo a que sigas los sencillos consejos que te iré brindando si quieres llegar a algo en la vida y no quedarte en casa de tus padres hasta los 83 años, cuando te jubiles de tu muy mal pagado trabajo (si es que tienes). Hala, que te cunda!
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